
Después de disfrutar de unos días en la playa con la familia (donde los que realmente descansaron fueron ellos), de darme una ardida de sol espectacular y de regresar a la capital gastado, quemado y financieramente quebrantado, me pregunto qué de cierto tiene la frasesita de que "En el Mar, La Vida es Más Sabrosa".
Si bien es cierto que uno sueña con irse a la playa, a sentir la brisa playera, la suave arena acariciando nuestros pies y el suave golpeteo de las olas acariciando nuestros costados, el calor intenso provocándonos un sudor fuerte y salado pero altamente conveniente para curarnos de nuestras preocupaciones, y las noches de fiesta que parecen no acabar en las avenidas costeras, donde las discos y los centros de diversión siempre están listos para darte una bienvenida de rey, si tu cuenta y tu propina son correctas.
Lo triste del caso es que a últimas fechas, la contaminación de nuestras playas convierten este sueño en casi casi una pesadilla.
Debido al calentamiento global, un par de playas cerca de Ixtapa-Zihuatanejo, se encuentran cerradas a los bañistas debido a la probable amenaza de ataques de tiburón.
Por otra parte, los turistas (particularmente los que tienen tipo de serlo) suelen ser víctimas del "asalto" de todo tipo de vendedores de cosas, artículos y parafernalia, eso sin contar con los vendedores de tiempos compartidos y de clubes de playa, que hacen terrorífica tu estancia pues te atacan por tu lado más débil: las vacaciones para tu familia.
Eso sin contar la carestía de los productos y servicios. Tras una visita al Mayan Palace de Acapulco, para conocer el Parque Acuático (previo choro de hora y media e insistencia de otra hora y media para que me embarcara en invertir en un tiempo compartido), nos salieron con la embajada de "no podemos recibirlos hoy porque está muy saturado. Venga usted más tarde".
Ya ni los lugares que eran considerados como tradicionales o sagrados están a salvo del comercialismo. Los clavadistas de La Quebrada ya traen publicidad!!! El Parachute Ride ya no es lo que era antes, y subirse a la banana o a una moto acuática es una invitación a sufrir un accidente, debido a las escasas o nulas medidas de seguridad.
En fin, no quiero tirarle mala onda al Puerto de Acapulco, que sigue siendo uno de nuestros principales atractivos turísticos y que tiene de todo para todo tipo de bolsillos. Lo que quisiera es que las autoridades deberían poner más atención a los servicios al turista, a su bienestar y no buscarle sacarle el billete por todos lados, pues aunque todos tenemos necesidades y debemos hacer nuestra luchita, también no hay que matar a la gallina de los huevos de oro.