jueves, 19 de marzo de 2009

Aranceles punitivos, otro castigo con doble filo


La bronca de los transportes entre México y EE.UU., otro dolor de cabeza para el gobierno mexicano

I. Crónica de una bronca cantada...
En estas épocas de crisis, cuando los mexicanos estamos encontrando muchísimas dificultades para hacer que el gasto rinda y que nos alcance el dinero, una amenaza más se cierne en contra de nuestra debilitada economía: los aranceles punitivos.
El gobierno de Estados Unidos, a su más puro estilo, le retiró los fonods a un plan piloto y con ello le cerró de portazo las fronteras a los choferes mexicanitos, los cuales ya no podrán ingresar a estadounidense, provocando una flagrante violación a los acuerdos suscritos dentro del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.
El espíritu de la medida dentro del TLC era permitir que las mercancías fluyeran libremente, sin tantas ataduras, sin tener que llevar mercancías a la frontera, encontrar un transporte que las cruzara y después las internara a territorio del país vecino para su distribución. Sin embargo, esto pareció afectar a los intereses de los transportistas estadounidenses, que tienen copados todos los medios de transporte, desde los grandes trailers hasta las camionetas de las empresas de mensajería.
La bronca ya se veía venir desde hace muchos años. Desde que se firmó el tratado, estos grupos sindicales estadounidenses se opusieron terminantemente a perder sus áreas de dominio ante algunos extranjeros, en una reacción proteccionista, se negaban a compartir las carreteras y durante los últimos años del gobierno del presidente Bill Clinton y los ocho años del mandato de nuestro inefable Jorge Arbusto, el sindicato de choferes en Estados Unidos, los denominados Teamsters, hicieron hasta lo imposible para evitar que los morenazos de Anáhuac osasen penetrar a su territorio para abaratar los transportes, argumentando que traían camiones muy viejos, que los choferes no hablaban inglés y que el mal estado de unidades y falta de capacidad de choferes provocaría decenas, si no es que centenares o millares de accidentes de tránsito, de pérdidas de empleos de choferes y de pérdida de comercio en total.
Estas opiniones pesaron en el ánimo de los gobernantes en turno, y nomás para "taparle el ojo al macho", como dirían las abuelas, permitieron la instalación de un programilla que daba acceso a sólo unos cuantos camioneros, bien capacitados, con conocimiento suficiente del idioma inglés y con vehículos bastante nuevos que lograban aprobar los estrictos controles de seguridad impuestos por el gobierno estadounidense.
Esto duró mientras estuvieron los republicanos en el poder. Tan pronto como asumió un gobierno demócrata, los sindicatos, que tienen gran cantidad de cabilderos y de personas metidas en el gobierno, saltaron y ejercieron presión, y el presidente Barack Obama, quien no desea contrariar a las bases que lo llevaron al poder, aunque estén actuando totalmente en contra de los acuerdos suscritos internacionalmente, acabó por cerrar el programa, que ya de por sí estaba condenado a desaparecer, pues año con año les reducían el presupuesto.


El transporte de mercancías sin una frontera abierta cuesta más y dificulta el comercio

II. Ante el abuso, el arancel...
México, como parte de la Organización Mundial de Boxeo, digo, de Comercio, decidió entablarle pleito a los gringos para que abrieran sus fronteras a los transportistas mexicanos, al presentar una queja ante esa organización y finalmente ganó el panel de la controversia, obteniendo la concesión de aplicar aranceles punitivos y para evitarlos, fue por lo que fue establecido el mentado programa piloto.
Sin embargo, las prácticas de ese programa nunca fueron ni muy limpias ni equitativas para nuestros transportistas, pues mientras en la frontera con Canadá no había esas aduanas con rayos X ni esas inspecciones exhaustivas (se llegaba a perder un día entero en ellas), en la de México se instalaron y siempre se les asignaron pocos recursos para pagarle al personal, lo que agravaba las demoras.
México abrió la frontera a los camiones estadounidenses y estos lo aprovecharon bien. Sin embargo, la naturaleza del comercio bilateral entre México y Estados Unidos suele estar lleno de contrastes. Esto provocó desbalances que en poco tiempo llevaron a las empresas estadounidenses a exigir el cierre, por ser poco rentables, además de que los transportistas estadounidenses nunca se acostumbraron a andar por nuestras carreteras, tan llenas de peligros como asaltantes, ladrones de mercancías y policías que gustaban de exigir la consabida "mordida".
Bush, presionado por los demócratas que le quitaron la mayoría en las Cámaras, le redujo los presupuestos a los puntos de traslado de las fronteras, y finalmente los congresistas estadounidenses, encabezados por Obama, decidieron no renovarlo provocando el cierre automático para los transportistas mexicanos.
Al cerrarse la frontera, a México no le queda más remedio que aplicar represalias a ese cierre: esto es, aplicarle impuestos del 10% al 20% a una larga lista de 90 productos estadounidenses.
Lo malo de estas represalias es que al utilizarlas se convierten en espadas de dos filos: Por un lado, los estadounidenses sufrirán con una importante disminución en la venta y distribución de sus productos en el mercado mexicano, por mucho uno de sus mejores compradores en el mundo. Por el otro, eso encarecerá aún más algunos productos de la canasta básica, pues entre las cosas que les compramos a los estadounidenses están arroz, frijol, trigo, avena, frutas y verduras, partes para automóvil, y un larguísimo etcétera.

Comer frutas y verduras de EE.UU. otro golpe al bolsillo

III. Las soluciones...
Podríamos decir que todo comenzará a costarnos un poquito más y todo "por apoyar a nuestros transportistas", causándole un "daño irreparable" a la economía estadounidense con estos aranceles punitivos, que podrían ser usados de pretexto para el despido de más trabajadores agrícolas (que en su mayoría son mexicanos), de empleados de la construcción (idem), y de darle otro pretexto a los gringos para que utilicen argucias leguleyas y pretextos para cerrarle el paso a nuestros productos de exportación y para muestra, basta el botón del atún y del aguacate, que desde hace tiempo le cerraron el paso en gringolandia.
Dependerá ahora que el presidente Felipe Calderón se faje bien los pantalones y discuta abiertamente el tema con el presidente Obama, ahora durante su visita a México de abril, pues en lo que parece ser un castigo para los gringos, más parece un trancazo doble para los mexicanos.

Obama, entre la espada y la pared

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