martes, 5 de noviembre de 2013

La ¿dieta? del desempleado


Harto ayuna el que mal come
Solía afirmar mi abuelo paterno cuando se le mencionaba la remotísima posibidad de someterlo a una dieta. Lo curioso es que eso mismo me ocurría a mí hasta hace relativamente poco tiempo, cuando todavía podía comer de lo que quisiera y casi en la cantidad que uno deseara.
Sin embargo, un mal crónico y degenerativo primero me puso limitantes a ciertos alimentos, los cuales curiosamente ya había decidido abandonar previamente por salud, y en segundo lugar, al quedarme sin empleo, ahora hay que hacer milagros para que la comida (y todo lo necesario para la casa) alcance de manera suficiente y con ello otro ajuste en la calidad y cantidad de los alimentos.
Si bien es cierto que desde hace mucho tiempo soy predicador de la nutrición sana, de los alimentos balanceados y fanático de cumplir con sus exigencias, lo cierto es que mientras tuve dinero en el bolsillo siempre fui --al mismo tiempo-- mi peor enemigo, pues solía comer todo tipo de ofertas gastronómicas sin tomar en cuenta su aportación y contenido calórico, sin poner reticencias en sus niveles de grasas y colesteroles, y por supuesto, sin mirar en las cantidades de azúcares y harinas refinadas.

¡Ah la chatarra, tan rica y tan dañina!
Súmele a todo ello el estar encerrado en una oficina de seis a ocho horas diarias, sin otro entretenimiento que comer... y pues... el sobrepeso y la diabetes no se hicieron esperar.
Ahora, unos años más tarde,donde me he tenido que disciplinar totalmente porque ya estas golosinas y alimentos son un auténtico lujo, cuando los refrescos se volvieron inalcanzables (y peor tantito con su impuesto adicional correspondiente), y con las restricciones presupuestales para entrarle con fe a las botanitas grasosas-saladas-aceitosas y dañinas, el resultado no se ha dejado esperar.
En lo que llevo de desempleado (unos cuatro meses), he perdido el equivalente a dos tallas. No sé cómo explicarlo, porque no he dejado de comer un solo día, pero la calidad de los alimentos, el cuidado que les ponemos en casa al prepararlos y el haber renunciado a mis golosinss de siempre me dejan bien en claro que estos beneficios debí haberlos disfrutado desde mucho tiempo antes, pero que uno, por terco y por necio, no adopta antes.
Espero mi amable lector no haberlo aburrido con la perorata y el choro de la comida sana, pero debo decirle que ahora que la he redescubierto después de muchos sofocones económicos, sí se puede comer bien, a buen precio y sin tantos sacrificios monetarios.

Comer muy bien no cuesta caro
Me despido, no sin antes invitarlo estimado lector antojadizo, a cumplir el reto de llevarse sólo lo indispensable para su transporte, evitando llevar el auto en lo posible; en no comprar golosinas; en buscar sus horarios de alimentación que sean adecuados, en caminar un rato y beber bastante agua... Le garantizo que todo esto lo llevará a bajar de talla y peso de manera importante. Ah, y si le interesó este choro mareador, no deje de recetárselo a sus amistades, dándole "Like" y replicando la liga en su página personal pero en las redes sociales. Gracias.

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